Pandemia ficción en Mercado Actual. Capítulo 5: Mar, la osteópata y el amor

Mar es la que mejor entiende a Marcos, no sólo cuando se le atrancan las palabras en alguna parte,  si no en su amor por los animales. Mar centra gran parte de su vida en sus mascotas: dos perros y dos gatos que conviven sin rencores, en un mundo al revés, en su pequeño piso a unos veinte minutos de la oficina.

Controla a su animales desde el móvil. Con una aplicación conecta con las cámaras que ha instalado en diferentes puntos de su casa y habla con ellos. Escucha sus ladridos, sus maullidos, de queja por repetir el pienso y las latas de comida preparada que ha comprado de oferta y que no les gusta. Sabe que cuando ella no mira se acercan al pequeño acuario recién comprado y observan con cara de pocos amigos la docena de peces que se mueven de un lado al otro. Es un tema que le preocupa. “Quizás deba poner una cámara acuática dentro del acuario” , ha pensado en más de una ocasión.

A diario trae en el maletero del coche bolsas repletas de sobras, migas, cáscaras de fruta y las deja en un rincón en la parte de atrás de la oficina y allí se reparten la manduca, sin trifulcas de momento, las aves habituales de la casa y los gatos de los alrededores.

Mar es una de las mejores especialistas en atención al cliente, con una dilatada carrera profesional en el “call center”. Comenzó como teleoperadora en una importante entidad bancaria, pasó por seguros, operadoras de telefonía y finalmente en esta empresa donde es jefa de ella misma, de su departamento unipersonal. El sueldo no era malo, conocía a los propietarios que la llamaron para incorporarse a su recién creado proyecto y punto importante, estaba muy cerca de su casa.

Su preciosa y calmada voz de terciopelo y su paciencia ilimitada la han convertido en una profesional top que cuenta con varios premios a nivel nacional de teleoperadora en concursos tan reconocidos como: “No eres capaz de despertarme otra vez de la siesta” “Pasa Llamada” o “Saber y llamar”

Pero lo que a ella le gusta de verdad es colocar los doscientos seis huesos del cuerpo en el lugar que corresponden.

-Ahí, sí, sí, justo ahí Mar, mmmmm -. Las manos de Mar colocan, una a una, las cervicales de Marcos. Siempre masajea su cuello cuando sube a comer a la cocina, y le habla del amor incondicional de los animales y de la Dama y el Vagabundo o los Aristogatos, aunque ahora, con las medidas de distancia y el aislamiento en despachos individuales no podrá hacerlo y ese momento de felicidad extrema de ambos está confinado y Mar cuando lo piensa siente un pellizco en el estómago.

Esta mañana en el camino se sentía revuelta, con ganas de vomitar. Uno de los gatos también estaba raro, tirado en un rincón, sin querer que nadie se acerque y también ha vomitado. Puede que partes de las sobras que lleva en el maletero estén pasadas o rancias. “Hoy no habrá comida para nadie”, decide en el camino.

Llega puntual a la puerta del trabajo. Sale del coche sube un poco la cuesta y tira dos enormes bolsas de restos de comida al contendor. Mira al cielo y una gota pequeña se estrella contra su rostro. Como un llanto negro una lágrima espesa y negruzca recorre su mejilla, otra gota le golpea la frente y otra y otra, en unos segundos el rostro se le vuelve negro, como si se hubiera lavado con un tizón.

Aquel líquido espeso y oscuro huele mal le recuerda al veneno con el que hace unos meses, su vecino mató a Micifuz, su gato más viejo. No pudo demostrarlo y desde entonces deja una de las cámaras de la terraza enfocando al piso contiguo desde donde, en ocasiones, ese cabrón tira restos de pizza enverdecida, comida podrida envuelta en bacon y bolas de lana con alfileres dentro.

Quiere pedirle ayuda a Sergio que hable con él a ver si lo intimida un poco. Se seca las gotas de la cara y, antes de entrar ,mira hacia las cámaras, sabe que Marcos no le quita ojo.

Autor: Ceremón762: ¿Crónicas inspiradas en hechos reales…?

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