Pandemia ficción en Mercado Actual. Capítulo 6: «Miguel, el espíritu del Himalaya»

En el volvo negro gigante recién comprado, su menuda figura se pierde entre el asiento y el volante. A Miguel no le gusta correr en el coche pero esta mañana pisa el acelerador con más energía. Sobre el asfalto no es un conductor experimentado, pero sí un fanático del runner y un devoto del ciclismo, aunque lo que más le gusta es la montaña. Habla por teléfono, desde fuera se le puede ver gesticular con vehemencia, moverse inquieto como si alguien al otro lado no estuviera cumpliendo parte de un plan ya acordado y por supuesto, no deja de saludar, porque a Miguel le conoce todo el mundo.

En una de las rotondas a la salida de su pueblo, un pueblo al sur de la capital, la Guardia Civil le da el alto. Apaga el manos libres, baja la ventanilla y luce una sonrisa cautivadora, una sonrisa con la que desde la infancia seducía a quien se propusiera y que en el trabajo le sigue dando tanto éxito.

-Buenos días agente.

-Joder Miguel Ángel eres tú, no te había reconocido con este coche. Que bien te veo, hostia. ¿Qué a trabajar?

Miguel sin dejar de sonreírle asiente con la cabeza y le pregunta al agente por su hermana. Los dos saben cuánto tiempo estuvo la chica detrás del corredor con mallas que cruzaba todos los días por la puerta de su pollería.

Unos saludos, una despedida y un ¡Circulen! puso el volvo de nuevo en movimiento y Miguel no pudo evitar que le llegaran como un torrente imágenes de su pasado.

A la chica de la pollería al final la sedujo en una discoteca, y a su amiga y la amiga de su amiga. Las cualidades amatorias de ese cuerpo menudo pero atlético pasaron de boca en boca y pocas fueron las que se resistieron a sus encantos.

Ahora treinta años más tarde todavía luce un cuerpo sin grasa, tirante, y su mente ha superado muchos niveles de dificultad, se crece ante la adversidad y la escalada le ha ayudado a comprender que si no se sube por una cara, se sube por la otra y que lo importante es abrir nuevas vías y llegar a la cumbre.

Lejos quedaban sus trofeos en diferentes artes marciales, el uso de los nunchakos y su pasión por las películas de Bruce Lee que también le enseñó pensamiento y lo del junco que no se parte. No recuerda si aquella frase salía en “El regreso del Dragón”. Y de él también nació su amor por la filosofía oriental y las ciencias cognitivas. “¡Ah! El que sí sale es Chuck Norris”, recuerda.

Entre el trayecto de la M50 y la oficina no más de treinta kilómetros, le ha sonado el teléfono una docena de veces. Conoce a demasiada gente, donde vaya, hay alguien que conoce a Miguel, incluso en el Himalaya sobre la que escucha, mientras conduce, un podcast de sus misterios. Cuando se nombra al Everest, no puede evitar mirar hacia arriba. Sabe que en estos momentos donde se habla ya de pandemia, es uno de los lugares donde ese maldito y tenebrosos nubarrón que le persigue desde que salió de casa nunca llegará.

Por un momento se distrae, deja de escuchar la historia y empieza a darle importancia al fenómeno. Ve su evolución, ha pasado de ser una pequeña pincelada gris en el cielo a envolver gran parte de la ciudad, le jode que esos goterones queden pegados a la luna de su volvo recién comprado y limpio. Una sustancia negruzca se deposita y forma sedimentos mugrientos en la luna.

Baja la ventanilla y entra un olor como de moho y al cerrarla observa algo extraño que se mueve, como si fuera la cabeza de un insecto desconocido con ventosas alrededor que ha quedado adherido con fuerza al cristal.

El teléfono no para de sonar, el mismo número una y otra vez y Miguel responde: “Everest, coño la contraseña es Everest”.

Autor: Ceremón762: ¿Crónicas inspiradas en hechos reales…?

Capítulos: 1-2-3-4-5-6-7-8-9